Decisiones cuestionables que solo una madre toma en modo resfrío infantil

Están los dos súper resfriados. Cuando uno logra salir del estado mocoso, el otro se contagia, y cuando por fin mejora… el primero vuelve a caer. Y así me he pasado el último mes: limpiando narices, cargando pañuelos y resignándome a que este invierno vino con refuerzos.

Lo curioso es que, mientras no tengan fiebre, el resfrío no parece afectarles tanto. Siguen jugando, corriendo, peleando como si nada. No hay caso de hacerlos guardar reposo más de una hora. Lo he intentado. Una hora y media si hay dibujos animados y algo para picar.

Pero hoy… hoy estaban mal. Los dos. Caritas pálidas, ojos vidriosos y ese quejido suave que solo aparece cuando realmente se sienten mal. Así que decidí probar una receta que me había guardado hacía tiempo y decidí cortar por lo sano. Literal.

Así que adiós lácteos: Leche, yogur, queso, mantequilla… todo cancelado. Porque no soy doctora, pero si hay algo que aprendí después de ocho inviernos de maternidad es que los lácteos y los mocos son mejores amigos, pero si, mucha, mucha vitamina C: Naranja, limón, un poco de miel y plátano.

Bastó que escucharan que algo fuera de lo normal estaba sucediendo en la cocina y llegaron como pollitos a su gallina. Cuando les conté que haría un «licuado anti-resfrío», los dos inmediatamente quisieron cooperar.

—Mamá, ¿con qué partimos?

Ambos bien arremangados, cada uno subido en un piso para alcanzar el mesón de la cocina. Y antes de darme cuenta, les estaba amarrando un delantal a cada uno.

Matilde se encargó de pelar los plátanos (y comerse la mitad). Leo exprimió naranjas como si estuviera en una competencia. La miel se volvió un ritual: una cucharada para el vaso, una para la boca. Y yo… yo los miraba, con la cocina hecha un caos, pensando que tal vez esta era la medicina que más necesitábamos.

En un momento de distracción inesperado (les pedí que fueran a botar las cáscaras de las frutas a la basura) vertí un huevo crudo en la mezcla, mi abuela decía que sirve para lubricar la garganta y el esófago cuando hay tanto moco de por medio. Porque, vamos, una madre en modo resfrío infantil imparable toma decisiones cuestionables, pero a estas alturas, cualquier dato medio confiable me parece ciencia dura. Spoiler: después me vino el remordimiento y googlié 400 veces “niños huevo crudo en licuado consecuencias”. Hasta ahora, siguen vivos.

Ya todo en la licuadora, le vertimos agua y el batido salió perfecto: dulce y ácido a la vez. Se lo tomaron felices, sin protestar. Fue lindo, fue rico, no el batido necesariamente, sino el momento; reírnos mientras la miel se pegaba hasta en el pelo. Verlos discutir qué fruta es más poderosa contra los mocos (“el plátano es musculoso, mamá, no sabías”) y sentirme, por un ratito, como una madre de esas que aparecen en las revistas naturales: relajadas y con todo controlado.

No sé si les quitó los mocos. Pero los vi reír, colaborar, compartir. Me vi a mí misma respirando hondo en medio del invierno. Y entendí que, a veces, una licuadora, dos niños y un batido desordenado pueden ser mucho más reconfortantes que cualquier jarabe.

Y si mañana hay que repetir… bueno, tengo más miel. y mucha mas fruta.

Yo, Mamá 💜🌸

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