Decir “sí” a la diversión (aunque implique salir con bigotes de conejo)

—Mami, ¿te puedo pintar la cara de conejito para ir al supermercado?

Esa fue la pregunta con la que mi hija me sorprendió una mañana cerca de la esperada época de los huevo de pascua. Y, siendo sincera, mi primer instinto fue decir que no. Porque ok, una cosa es jugar en la casa y otra muy distinta es salir al mundo con bigotes y una nariz rosada en la cara. Pero antes de responder, la miré bien: ojos brillantes, pincel en mano, una sonrisa llena de ilusión. Y me di cuenta de algo importante: para ella, la época de Pascua no era solo huevos de chocolate, sino un momento de juego y de conexión mágica.

Volvamos a la pregunta inicial: “Mamá, ¿te puedo pintar la cara de conejito?”. ¿Qué pasa si en lugar de negarnos, empezamos a decir que sí a estas pequeñas locuras? No siempre tenemos que ser las mamás organizadas, las que piensan en los horarios y las compras. A veces, podemos ser simplemente mamás que se dejan llevar, que disfrutan del juego y que aceptan que la vida es más divertida cuando se vive con espontaneidad.

Así que, sí, me dejé pintar la cara. Y, aunque me sentí un poco ridícula empujando el carrito del súper con una nariz rosada, vi cómo mi hija no podía dejar de reírse y, de paso, contagiaba su alegría a todo el que nos cruzábamos. Porque al final, estas son las cosas que recordarán nuestros hijos: no cuántos huevos encontraron ni cuántos chocolates comieron, sino los momentos en los que realmente nos conectamos con ellos.

Yo, Mamá 💜🌸

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